jueves, 19 de marzo de 2015

LAGO ATLITAN

Durante los días que estuve en Antigua, me escape por 2 días y una noche al pueblo de Panajachel, uno de 10 pueblos más importantes que rodea a uno de los lagos más emblemáticos de Guatemala, el lago Atlitan. 


Para ir a Panajachel, Julián el francés, me persuadió para ir al lago no en los buses turísticos, si no en los buses amarillos, típicos de Guatemala, donde viajan los ciudadanos comunes entre pueblo y pueblo, llevando sus mercaderías y sus bolsas de comida. Por un momento que era una mala idea por exponernos mucho a la delincuencia, ya que estos buses iban parando por todo el camino, pero valía la pena, talvez si no lo hacía me iba a arrepentir de no haber viajado en estos buses cuando tuve la oportunidad. Al llegar a Panajachel, entramos a un café a tomar un desayuno que ya mas parecía almuerzo, allí conocimos a una española llamada Ana, ella fue nuestra primer y única guía de esa zona, en pocos minutos nos explicó lo más importante de ese pueblo y nos dio recomendaciones que hacer allí. Nos despedimos de ella y nos dirigimos al lago de Atlitan para ver la razón de nuestro viaje hasta este lugar. 


Durante algunos meses tuve una foto de este lago al pie de mi cabecera, talvez era una forma de marcarme una meta con el fin de llegar allí, y por fin veía ese lago que en la postal de mi cuarto lo tenía. Pero al llegar al muelle del lago, la ficción superaba la realidad, esperaba más del lago, talvez en clima no ayudaba, ya que los volcanes que deberían aparecer en su real dimensión detrás del lago, aparecían parcialmente. Además veía las playas del lago algo contaminadas, había llegado con la intención de bañarme en sus playas, pero la recomendación que nos dio una española que ya vivía 4 meses acá, era no bañarnos, al menos que quisiéramos tener alguna enfermedad en la piel. Creo que exageraba en algo, pero tampoco las playas estaban tan limpias que digamos, caminando por las orillas del lago, solo encontramos a unos cuantos niños bañándose luego de sus duras clases escolares.




Ya que no había mucho que ver en Panajachel, aparte de recorrer la orilla de lago y la calle principal con el nombre de Santander, junto al francés, aceptamos el reto de ir caminando hasta el pueblo siguiente al lago, Santa Catalina, a mitad del camino encontramos el mirador del lago, talvez la zona de donde se puede tener una buena vista de todos los alrededores del lago. 

Había pasado más de 24 horas en ese pueblo, había disfrutado del entorno y de las personas que habíamos conocido y con las que habíamos conversado, pero ya era hora de regresar a Antigua, al menos no estoy tan acostumbrado a estar en pueblos tan tranquilos, creo que me llama más la atención las ciudades, en un pueblo siento que la vida se me va, y una ciudad mientras más estresante sea, me siento con más vida. De hecho de vez en cuando es bueno buscar lugares tranquilos, pero ya había tenido varios días por pueblos tranquilos, desde que entre a Belice hasta cuando estuve por Lanquin visitando las lagunas de Semuc Champey.



Julián, el amigo francés, decidió ir a conocer otro pueblo del lago, San Pedro, a él si le encantaba esta tranquilidad y esta paz que se respiraba por acá, fue hora de despedirnos y de que cada quien siga con su rutina de viaje personal. Amigo Julián, cuando quieras ir a Lima a conocer Perú, mi casa estará abierta. 

Así como conocí a Julián, conocí a muchos más viajeros, con ese mismo espíritu de conocer nuevas fronteras, gentes y culturas, como a Tom, Kony y Sam, Anna, el gran Spencer, Hanna, Barbara, Ricardo, Lena y muchos más que los tengo en mi memoria. Personas que cuando uno las conoce y las trata saben que hay mucha gente buena aun en este mundo y que aun el bien es mayor que el mal. Estas amistades viajeras pueden durar un día o hasta 3 días, pero se sienten como si fueran de años.

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