Habíamos viajado de la ciudad de Lima a la ciudad de Huaraz, me recomendaron quedarnos un día en la ciudad de Huaraz y aprovechar para conocer la laguna de Churup, como para aclimatarnos y hacer este pequeño recorrido de calentar motores, la verdad es que tiene su cierto grado de dificultad. Como no había ido antes a esta laguna, decidí aceptar el reto e ir a conocerla.
Al día siguiente 6 am nos levantamos, ya había dormido con toda la ropa lista para la caminata, así que solo era cuestión de arreglar algunos pequeños detalles de la mochila y salir a buscar un taxi que nos lleve al terminal del transporte con dirección a la ciudad de Yungay. 6:30 am estábamos saliendo del hospedaje, al cerrar la puerta de la habitación, sabía que ya no había retorno, ni espacio para arrepentirse de la caminata que estaba iniciando.
La ruta que íbamos a hacer en vehículo para empezar nuestra
caminata de ascenso era ir de Huaraz – Mancos – Musho, de este ultimo pueblo
empezaba la caminata.
De Huaraz a Mancos, el viaje puede durar hasta 1 hora. Al llegar a la ciudad de Mancos debemos esperar un colectivo que nos lleve al pueblo de Musho, mientras esperábamos que se llene el colectivo, aprovechamos en tomar nuestro desayuno en la vía pública, 1 vaso de quinua con su pan con palta, aun no terminábamos de desayunar cuando se escuchó: “ultimo asiento…” - A correr para subir al auto.
En 25 minutos estábamos en la ciudad de Musho, nos sentamos un rato en la plaza esperando que en ese pueblo vacío conseguir una movilidad y nos lleve al inicio del sendero. Después de esperar un buen rato, se apareció un auto, le pregunte si me podía llevar al inicio del sendero:
- - Buenos días Señor…. Me puede llevar al inicio
del sendero al Huascarán, me dijeron que cualquiera acá sabe del inicio del
sendero – le dije.
- - Uhh muchacho, voy en sentido contrario, pero mira…ves
esa calle, sigue de frente hasta el fondo y vas a llegar a un cementerio, al
lado izquierdo encontrarás el sendero que es el inicio.
El señor encendió su auto y se alejó nuevamente, era momento entonces de ponerse la mochila a la espalda y empezar la caminata. No teníamos más información que eso, ni tampoco un plano para guiarse. Solo algo de experiencia en este tipo de trekkings.
8:30 am estábamos iniciando la caminata, era el momento de sacar nuestra cámara fotográfica y registrar el inicio. Sin querer estábamos perdiendo tiempo en las tomas fotográficas, y no nos dábamos cuenta que el tiempo avanzaba y el sol comenzaba a pegar con más fuerza. Más tarde nos pasaría factura usar tiempo para fotos y videos.
Al comienzo el camino era aparentemente fácil de ubicarse, 2
campesinos me ayudaron a irme guiando, pero llego un momento que ya no
encontraba a nadie que sirviera como guía de apoyo. Así que era cuestión de
dejarse llevar por la intuición. Tuve que recordar cosas de mi época de joven
explorador. Por momentos me encontraba en la intersección de varios senderos así
que elegir el sendero correcto era importante para no perderse. Me fui
percatando que siempre aparecía un tipo de huella en el camino. Así que cuando
estaba confundido por saber qué camino tomar, buscaba esa huella y la seguía.
Pensar que durante todo el recorrido siempre esa figura de esa huella fue mi
única guía.
Casi a las 11 am comencé a tener sed, allí me di cuenta que no había comprado agua y no tenía nada para apaciguar el calor, y que cada vez, el sol era más intenso y el camino iba teniendo menos árboles que te iban dando sombra. La falta de agua me estaba afectando, me sentía más cansado, los labios resecos y el peso que llevaba en la espalda de casi 10 kg, comenzaba a sentirlo de 20 kg.
Aprox. A la 1 pm me cruce con 2 jóvenes que venían
descendiendo, eran de la zona y me comentaron que más arriba, donde encuentre
unas vacas, iba a encontrar un arroyo y allí podía tomar agua…. “Allí también puedes
llenar tu botella de agua…ya que después no encontrarás agua hasta llegar al
refugio y el camino es largo”. Lo triste era que tampoco tenía una botella vacía,
pero sabía que eso no era un problema, en el Perú vayas por donde vayas, es
fácil encontrar botellas vacías tiradas como basura en cualquier sendero o
lugar turísticos, los peruanos somos buenos en ir a lugares y tirar nuestros
desperdicios por donde sea, es algo triste lo que digo, pero hoy por hoy es una
realidad en mi país, no hay lugar turístico en el Perú que se salve de tener
peruanos que lancen la basura en cualquier lugar, más aun botellas de bebidas.
Seguía caminando por el sendero cuesta arriba y pensando: “En
que momento encuentro esa botella de plástico tirada en el camino” “¿Donde
están esos peruanos cochinos que tiran sus botellas?, ¡vamos!!! no me decepcionen esta vez!!!” “Desde temprano
he visto varias botellas tiradas…y justo ahora que quiero una…no aparecen”
Encontré una botella de wiski vacía, la revisé…estaba
limpia, pero el pico que tenía no iba a permitir llenarla llenarla de agua …así
que la descarte. “Hasta en el Machu Picchu he encontrado botellas tiradas en el camino…porque
acá no? vamos peruanos…no me fallen esta vez”
Cerca de las 2 de la tarde escuche el sonido de una caída de
agua…ese sonido fue música para mis oídos. Aceleré el paso y empecé a notar la
presencia de vacas en medio de una zona rocosa. Deje mi mochila a un lado y corrí
hacia el riachuelo…No lo pensé…me incliné y comencé a tomar agua del mismo
riachuelo. No me importaba si me podía caer mal el agua o si me podía enfermar…
pensaba que de niño muchas veces había tomado agua de la manguera que regaba el
parque cerca a mi casa luego de jugar fútbol…- “si sobreviví a ello…no creo que
el agua que corre por estas montañas me haga daño” - pensé.
Mientras tomaba agua, percibí que alguien me miraba, al levantar los ojos, vi que 2 vacas se habían acercado a mi, no sabía si lo hacían de manera amenazante por invadir sus áreas o con una mirada de lastima por lo sediento que estaba.
Me senté a descansar un rato cerca al riachuelo…. Me lave la cara, me eche agua a la cabeza, para mí era como un oasis en medio del desierto. Me había dado cuenta que el agua tenía un olor algo extraño, pero no me importaba en ese momento, si era posible, por la sed hasta la orina de las vacas me hubiera tomado. Sabía que por ubicación geográfica esa agua descendía del mismo Huascarán. Que feliz me sentía en ese momento.
Al rato vi que por el sendero bajaban 3 chicos. Ellos se
acercaron a mí para preguntarme por donde estaba el camino que descendía, yo
aproveche para preguntarles por donde seguía el camino que ascendía. No podía
dejar de mirar la botella de Gatorade que llevaba una de las chicas en la mano…
“justo una botella así necesito para seguir mi camino con agua”– pensé.
- ¿A cuánto me vendes tu botella? – le dije, estaba dispuesto a pagar cualquier precio, sabía que el camino de ascenso aún era largo.
- Pero aún no la termino – me dijo, entonces, creo
que se dio cuenta de mi estado sediento – toma, te lo regalo, termínalo y quédate
con la botella.
- Gracias…Gracias…muchas gracias - le dije.
To Bebí el líquido que aun contenía y fui corriendo a llenarlo con agua del riachuelo. Era momento de seguir el ascenso.
El camino se iba a poner más vertical y más duro. Se iba a convertir en un ascenso muy vertical y de un interminable recorrido en forma de zigzag…parecía que nunca iba a acabar el camino. La verticalidad de la montaña, hacía imposible ver la cumbre del Huascarán. La última vez que la había visto, había sido cerca del mediodía, luego de eso, no la volví a ver.
Solo en el sendero, subiendo aquella montaña, venían muchos pensamientos a mí:
- “¿Quién me mandó a venir aquí?
- ¿Por qué no me traje 2 litros de Coca-Cola helada?”
- “fácil estaría en Lima mirando películas en mi cama”
- “A qué hora va a acabar esto!!!”
Era mi vía crucis, y aun sabía que faltaba mucho.
Los 10 kg de mi mochila ya molestaban a mis hombros, me daba
ganas de tirar la mochila y llevarla arrastrando, el sol golpeaba directamente
mi rostro, el agua lo tomaba por sorbos, el efecto de la altura y la falta de oxígeno
para lo que mi cuerpo no está acostumbrado ya empezaba a afectar en mi físico y
cada paso que daba, costaba darlo, dar 20 pasos era en ese momento para mí un
acto heroico, era la única manera de llegar, paso a paso.
A veces sentía que mi corazón estaba a punto de explotar y
mi cabeza por reventar en pedazos. Si me sentaba en una piedra, sentía que mis músculos
de mis piernas se endurecían así que prefería descansar parado.
El efecto del encerramiento por la pandemia del COVID
también me estaba pasando factura, ya no se podía jugar fulbito y eso hace más
de un año era talvez la única manera de hacer ejercicio. Y nunca le hice caso a
los que me decían: Aunque sea sal a correr alrededor del parque que tienes al
frente de tu casa - Nunca lo hice.
Hasta ese día, tenía claro que el trekking más duro que había tenido, había sido hacia Choquequirao, hace 9 años, de hecho, en ese momento era más joven, con mejor físico y con mejor salud y aun así fue muy duro ese recorrido. Hoy sentía que este trekking al Huascarán estaba a punto de igualarlo. Hoy sigo en esa disputa mental. ¿Cuál fue el ascenso más duro? ¿La subida al Huascarán o la subida a la montaña del Choquequirao? No lo sé, por ahora les doy un empate a ambos.
A las 5 pm aproximadamente, al levantar la mirada, apareció ante mis ojos, mi meta final, el pequeño refugio donde me iba a quedar a descansar, EL REFUGIO HUASCARÁN. Se veía cerca, pero ya sabía que lo que se veía cerca en la montaña, era el 3 triple de distancia de lo que parecía. Pero el solo hecho de ver el refugio, fue como recargar de energía cada musculo para el tramo final.
A cada paso que daba, se hacía más grande el Refugio y detrás se levantaba el Huascarán. Ver esa gran masa de hielo tan cerca, con la luz del sol resaltándola, ha sido una de las cosas más bellas que han visto mis ojos hasta ahora. En ese momento me volví a sentir orgulloso de ser peruano y de tener una montaña así en nuestro país. Debo confesar que la emoción era grande. En ese momento ya no importaba las más de 8 horas de ascenso y del sacrificio. Era momento de disfrutar de esa escena…ya el sol también estaba a punto de esconderse detrás de la cordillera negra que estaba a mis espaldas, pero que alumbraban la cordillera blanca y le daban tonos de colores al Huascarán.
Cerca de las 6:00 pm llegué al REFUGIO HUASCARÁN, me senté y pedí que me traigan una Coca Cola para rehidratarme y refrescarme, pero más que todo para celebrar la llegada a la meta del día y disfrutar de esas vistas.
Sentado en
el frontis de la cabaña, presenciaba con agrado esas imágenes que la naturaleza
me ofrecía y gratis, estaba descansando en la montaña más alta del Perú, al
lado mío el gran bloque de hielo de las 2 cumbres que tiene el Huascarán, un
poco más hacia la izquierda, la cumbre de la montaña Huandoy, hacia el otro
lado, la cordillera negra en toda su extensión y detrás de ella, ocultándose el
sol.
El frio
iba aumentando con la noche y el cansancio no me dejaba ya dar un paso más,
pero una sopa caliente me esperaba dentro del refugio. Era momento de ingresar
a descansar.
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